20 de diciembre de 2006

Sentimientos Amorosos v1


Las emociones de amor se caracterizan por ser acciones en las que se dan intercambios generosos con la persona, objeto o colectivo amado. Un amor completo es una acción (o sería mejor decir proyecto: conjunto de acciones sucesivas) con un principio, un desarrollo y un fin.

Como hemos ido insistiendo, todas las acciones se despliegan en el tiempo. Su significación viene dada tanto por el tipo de acción (coger un libro, huir de la lluvia hacia un resguardo), como por el momento en que está la acción (querer coger un libro que no encontramos, el alivio de hallar un sitio donde salvarnos de la lluvia).

En el caso de las acciones amorosas el proceso temporal coincide con un círculo de dones recíprocos. Pongamos un ejemplo a modo de esquema:

En el circuito de donaciones hay un primer agente que da. Lo que se dona tarda, como acción, un tiempo: si se trata de una caricia la duración es de segundos, pero dar un regalo implica mayores pasos, como ir a una tienda, elegirlo, comprarlo, llevarlo, etc. y completarse la donación llevará horas o días. Lo mismo cabe decir del receptor: recibir es otro tipo de acto, y así para ser acariciado uno se tiene que quedar quieto por momentos y no salir corriendo.

Si lo que se recibe es ayuda para decorar una casa, esa ayuda, recibirla del todo, también puede demorar mucho tiempo. En un siguiente tiempo la situación se invierte en cuanto a los roles, de forma que, el que antes era donador ahora cumple el rol de receptor, y el que recibía ahora tiene un rol de donador. Lo que se da la segunda vez no tiene que ser forzosamente la misma cosa: si bien se puede dar caricia a cambio de caricia, también pudiera ser un intercambio válido (eso lo tienen que decidir los protagonistas) dar agradecimiento por las caricias recibidas anteriormente.

Una manera de profundizar en lo que ocurre en los actos amorosos es saber como podría quedar el acto amoroso incompleto o fracasado:

=> Si habiendo dado un bien al otro, que recibe con agrado, al darme a cambio otra cosa, esa cosa que me da no me convence.

Puede suceder que aunque me decepcione lo que el otro me da no deje de darle bienes con esperanza de que adivine lo que me gusta, o habiéndoselo comentado se corrija consiguiendo complacerme. También pudiera sentirme estafado, y juzgando al otro inmerecedor de mis atenciones, e interrumpir el pacto que nos iba a unir.

=> Si habiendo dado un bien al otro que recibe con agrado, no me da nada a cambio.

En este caso una posibilidad esperanzadora consiste en pensar que no se ha enterado bien de qué es lo que espero de él, o bien que si le sigo dando bienes un día me los devolverá con creces. Otra consecuencia -de tipo negativo esta vez- es que decida dejar de creer que merece mis desvelos, enfadado porque veo que el otro se cree en el derecho de ser agasajado por mérito propio o por deber cuando en verdad yo lo hacía por generosidad, que así no es correspondida.

=> Si habiendo dado un bien al otro no le convence.

Si el otro no acepta el bien que le doy, puedo cambiar de bien a otro que le convenza, o bien entender que no hay trato posible que, resultándome a mí aceptable, a él le agrade.

=> Si queriéndole dar un bien al otro no paso a los hechos.

Puedo tener propósitos de intercambiar bienes con otro, pero no me decido a tomar la iniciativa, esperando que la tome él, o bien porque tengo temores acerca de si le convenceré, si tendré acaso méritos suficientes.


Toda esta casuística no agota ni mucho menos la complejidad de promesas que dificultan los actos amorosos. Nuestra intención en este momento es mostrar por una parte la problemática del amor (normalmente sólo nos fijamos en lo difícil que es el amor cuando las cosas van mal, y creemos que el amor es algo que sale solo cuando los intercambios van sobre ruedas), y por otra parte cómo en el amor hay una serie de pasos que se desenvuelven en el tiempo, que tienen una duración, con acontecimientos de ida y de vuelta entre los sujetos en juego.

Esto quiere decir que no hay un algo inefable, sino la historia de una relación. Así, la historia comienza, en el amor, deseando que exista una. A continuación alguno de los actores toma la iniciativa (seduce, propone, sugiere, etc.) y suceden una serie de dar-y-recibir que para continuar hasta el final basta con que resulten satisfactorios a los miembros en juego.

Dicho esto, podemos estudiar algunas aparentes contradicciones: cómo se aplica la idea de que los actos tienen un fin al caso de un amor duradero? Nos es cierto que a veces amamos en secreto, sin esperar nada de la persona amada, siendo entonces una experiencia íntima? El intercambio amoroso no choca con la idea de generosidad sin exigencias, no estaríamos contractualizando excesivamente una relación espontánea?

La primera pregunta atañe a cuestiones importantísimas, porque una de las grandezas del ser humano es poder separarse de un presente inmediato y efímero para proyectarse hacia grandes metas.

Un proyecto es a la vez una finalidad que nace de una serie de experiencias y un resultado directo del conocimiento. Nuestros antepasados fueron experimentando y descubriendo todo acerca de la vida social. Aprendieron a través de las religiones y los mitos a sostener en el tiempo la vida familiar, haciendo de cada hogar un santuario(1); por medio de las organizaciones de las ciudades fueron descubriendo las formas del Estado; con costosas revoluciones aprendieron a armonizar las libertades individuales con las necesidades colectivas...

Así, todo ese conocimiento que nos es transmitido de generaciones anteriores nos permite trazar en nuestras vidas grandes objetivos, orientando las acciones diarias: crear una familia, participar en la vida económica de la comunidad, enriquecer nuestro ocio, etc.

Estos grandes proyectos son diferentes para cada cual, y el orden de preferencias entre ellos muy peculiar. Pero el hombre hace muchos siglos que los posee, como lo pueden atestiguar estos antiquísimos versos de una canción báquica de los griegos:


El bien supremo del mortal es la salud
El segundo, la hermosura del cuerpo
El tercero, una fortuna adquirida sin mácula
El cuarto, disfrutar entre amigos del esplendor juvenil
De igual forma hoy nos hacemos nuestras listas de "primero esto, segundo lo otro.." Cualquiera de los grandes logros implica una constante lucha por conseguirlo. Y al revés, sin esforzarnos no conseguiremos sacar gran partido a nuestras vidas. Es decir, vivimos bajo la presión de un continuo reto de mejora.
Las consideraciones anteriores iluminan el problema del amor a largo plazo: todos los distintos momentos están unidos a una meta que deseamos alcanzar. Por esta razón una caricia mutua no agota ni satisface nuestras aspiraciones, sino que es un elemento entre otros de un sueño que tenemos más abarcador, se trate de que queremos poseer una excelente vida de pareja, de una vida llena de profundas amistades, de un agudo interés por ser útiles en nuestra sociedad, por poner algunos ejemplos. Aspiramos a una felicidad que depende de muchos factores, y dentro de éstos están los bienes del amor, que a su vez contienen numerosos actos amorosos a lo largo del tiempo que cada uno nos acerca un paso al ideal que tengamos.

Para concluir con esta cuestión la resumiremos de esta manera: cada acto amoroso tiene un fin por sí mismo, mas ese fin, es provisional respecto a otro fin más amplio que perseguimos, un proyecto amoroso (amistad, pareja, familia, etc.) Cada acto de amor es como el capítulo de una novela por entregas que no acaba nunca. Al mismo tiempo, del éxito de nuestra vida amorosa depende en parte nuestra satisfacción global.

Ed. Traç Dep.Legal B-31092-86
© José Luis Catalán Bitrián

1 comentario:

Lord dijo...

No me ofende Cyn, para nada, cuando vi que quedo tan largo :S pense lo mismo!!!

Bueno se ve que hay que poner las cosas mas Chiquitas para los cortos tiempos de Offi...